miércoles, 25 de agosto de 2010

Vivencia

En mis años de niña miraba a un vecino sentado en el corredor de su casa, con sus piernas recogidas, emitiendo sonidos extraños para mí, en mi mente de niña inocente me preguntaba, ¿qué tiene?, ¿porqué no camina si está tan grande ya?, ¿porqué no habla como yo y no sale a jugar como todos los niños del barrio?, ahora me doy cuenta de que tiene Parálisis Cerebral y una discapacidad motora severa, con costos puede tomar líquidos por si sólo, en ocasiones paso por el frente de su casa y si está en el corredor lo saludo, él levanta su mano para responderme y ahora comprendo que nos comunicamos a pesar de que él no me hable con palabras, me comunica con sus ojos que me entiende y que me quiere ayudar en mi proyecto; es por eso que escogí estar en este equipo, para aprender sobre su enfermedad y tratar de alivianar su problema de comunicación.
Aunque se me llenan los ojos de lágrimas de saber que existen personas en el mundo con diferentes necesidades como la de mi vecino, agradezco a Dios porque existen personas así porque gracias a él he aprendido que ellos también nos enseñan cosas y aún sin poder hablar con únicamente sus ojos y una sonrisa que dicen todo el amor y la felicidad que llevan en su corazón y desean dar a los demás.
Muchas veces creemos que tenemos que decir y decir cosas de una forma o de otra para que entiendan lo que queremos aportar, pero a veces basta solo una sonrisa, un abrazo fraterno cunado alguien se muestra solo en algún momento de su vida.

Silvia Elena Hernández González.

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